martes, 28 de enero de 2014

EL RELOJ BIOLÓGICO: reconociendo mi potencial


   “Conócete, acéptate, supérate”
(San Agustín)
¡Funciono como un reloj! ¡Estoy que me salgo!
¿Te suenan estas frases? Si han salido de ti, estás de enhorabuena. Tu reloj biológico está en perfecto estado.
Afortunadamente, no siempre estamos así. Tenemos días malos, horas para olvidar. Es justamente esto lo que da valor a esos momentos en los que nuestras acciones parecen sobresalir por arte de magia. Nos sentimos capaces, nos afanamos sin que nadie pueda detenernos, lo hacemos como nunca y el tiempo pasa volando. Lo decía Ramón Gómez de la Serna, “el reloj no existe en las horas felices”. Disfrutamos, ¡qué más podemos pedir! 
Es probable que te hayas dado cuenta de que eso suele ocurrirte cada cierto tiempo, con determinadas cosas y en momentos aparentemente casuales. No hay nada de magia en ello, tus sistemas nervioso y endocrino funcionan tan bien que un maestro relojero te diría que cuides de ese reloj biológico, que no te distraigas para que no se detenga, para que siga ejerciendo su misión vital en óptimas condiciones; para que tú sigas funcionando como un reloj.
¿Por qué esos sistemas? ¿No influyen el corazón o nuestra mente?
En parte sí, en la mente está el centro de control de nuestro tiempo. La cronobiología, la ciencia que estudia los ritmos biológicos, ha descubierto que ese prodigio natural llamado reloj biológico está instalado (¡atento al nombrecito!) en el núcleo supraquiasmático y desde allí genera todo lo necesario para que nuestro cuerpo se adapte a todo tiempo (externo), que es como decir que sincroniza nuestro tiempo (interno) con el entorno que nos envuelve y exige.
¡Entre nosotros no hay química! ¡Algo me dice que esto no va a funcionar!
Tranquilo, tranquila, son las hormonas. Son los estímulos químicos que segrega nuestro sistema endocrino y cuya periodicidad regula el sistema nervioso central, en respuesta a los estímulos sensoriales de la naturaleza. La adaptación es la sincronización de esos estímulos. 
Hasta aquí creerás entonces que todo es natural y que el funcionamiento de nuestro reloj biológico es algo ajeno a nosotros. Que si algo va mal, o nos sale mal, es achacable exclusivamente a factores externos y a nuestras respuestas automáticas e inconscientes para las que estamos programados. La buena noticia es que no.
Algo, quizá más de lo que pensamos y mucho más de lo que nos gustaría, depende de cuestiones tan deliciosas como la autoestima, la confianza en nosotros mismos, la disciplina personal. También de nuestro amor propio y, sobre todo, del reconocimiento de nuestro potencial.
¡Cuántas veces renunciamos a atrevernos, a dar el paso! Los temores, las inseguridades, las dudas, las auto-limitaciones… la inacción. Y mientras tanto el tiempo sigue pasando y nosotros sin contarlo. ¡Ya no más! No hay paso más obligado que el primero. Y hay que darlo. Es el primero y no será el mejor, será apenas un balbuceo. Pero todos los pasos dejan huella, tanto más profunda cuanto más firme pisemos. Atrévete con ese primer paso.


¿Qué hace firme un primer paso?
Hazte estas tres preguntas: ¿Qué sé? ¿De qué soy capaz? ¿Cómo me siento? Entiéndelas como estímulos sensoriales que has de sincronizar con estímulos químicos. Usa para ello tu prodigioso reloj biológico: siéntete, alinea tus respuestas con tu esencia, la que te identifica, con la que has de convivir y de la que no nos puedes privar a los demás. Estamos esperando todo tu potencial, confiamos en ti. No nos desilusionarás, estamos convencidos de que lo lograrás. Más aún, ya estás en el lío: la prueba es que ya estás leyendo este blog. Gracias por ello, ojalá te sea de provecho.
Mientras preparo la siguiente entrada, en la que presentaré el reloj de arena, te dejo los principios que rigen tu reloj biológico:
Conócete
Confía en ti
Sé tú
Muévete en tu salsa
Vive en el presente
Mira al frente
Aprovecha tus mejores horas
Expándete
Y utiliza siempre, siempre, tu Plan VÉ.

Ahora bien, si quieres que el reloj funcione cada ahora, has de utilizar esos principios ya.  ¿Cómo?
Explora tus expectativas, tus inquietudes, tu potencial.
Valora la oportunidad, la conveniencia y la adecuación.
Considera todos los factores, alcanza tu disposición proactiva.
Estimula todos tus resortes, calienta motores, prepárate para la acción.
Ancla la voluntad y arranca cuanto antes, con seguridad y confianza.
Arranca ya consciente de tus posibilidades, considerando que podrás cometer errores, que habrá obstáculos; todo suma, forma parte del proceso de crecer, de aprender.
Asume ese coste como la mejor inversión. Inversión en ti, que es lo mejor para ti y para los demás.

Cierro este tiempo compartido parafraseando a Balzac: el tiempo es el único capital de las personas que no tenemos más que nuestra inteligencia por fortuna. Es nuestra inteligencia cronográfica, cuya primera capacidad, reconocer nuestro potencial, la 'mide' nuestro reloj biológico. Mímalo, mímate. ¡Sé íntecro!







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