martes, 4 de febrero de 2014

EL RELOJ DE ARENA: creando mi proyecto





Un día es como tres para quien hace cada cosa a su tiempo.
(Proverbio chino)

El reloj de arena, tal como lo conocemos, mide un determinado transcurso de tiempo. Puede medir tiempos de meditación, en algunos juegos de mesa se utiliza como temporizador que fija el tiempo de respuesta. El clásico reloj de arena sólo requiere energía potencial, actúa por el flujo o movimiento de la arena debido a la fuerza de la gravedad.
Su valor simbólico representa visualmente el fluir constante del tiempo, el ciclo vida-muerte: el bulbo lleno es la vida que transcurre hacia la muerte; el equilibrio es la edad adulta. En literatura se utiliza como representación del paso del tiempo y de su fugacidad, mientras que en informática simboliza el procesador ocupado en ejecutar una orden.

De los seis relojes que simbolizan la inteligencia cronográfica, el de arena es el pragmático. Si pensar es de inteligentes, ponerse en acción es demostrarlo. Y más aún, hacerlo de manera concreta, utilizando el resorte de la adecuación y el recurso de la adaptación, y en el plazo pertinente, es de íntecros.
La acción exige un plazo, cuyo principio y final hemos de anclar en el fondo de la pertinencia. En ello se despliega la inteligencia cronográfica fijando objetivos, identificando aquello que, entre lo posible, decidimos hacer. Como íntecros, nos impulsamos en nuestro potencial reconocido con el reloj biológico, recorremos todo el arsenal de métodos para seleccionar el apropiado a la acción, adecuamos los recursos, secuenciamos las tareas y… pragmáticamente apuntamos siempre a un final claro y atractivo, momento de dar cuenta; de darnos cuenta.
La inteligencia cronográfica maneja la prospectiva. Podemos cavar un hoyo y profundizar más y más. Pero es de inteligentes cerciorarse de que el hoyo está en el lugar que debe. Otra cosa será su dimensión. Esta dimensión dependerá de nuestras “fuerzas” (voluntad), de nuestros “recursos” (conocimientos y habilidades). También dependerá del plazo. De aquí que la inteligencia cronográfica se encargue de conjugar las variables para alcanzar la meta bajo las condiciones previstas (interna o externamente).
En definitiva, el uso inteligente del tiempo implica la percepción inteligente, el pensamiento inteligente, la elección inteligente, la acción inteligente. Para no ser muy pesado diré que en la medida de que nos acerquemos a acciones auténticas, más inteligente será nuestro uso del tiempo. Esa autenticidad es el ligamento del pensamiento (hueso, duro, firme) y la acción (músculo, flexible, pero también firme), y usar inteligente-mente el tiempo es cuidar y mimar ese ligamento.
Explotar nuestra inteligencia cronográfica consiste en actuar con criterio y sentido, pensar antes de actuar, pensar después de actuar. Pensar antes y después de actuar: tres acciones inseparables (pensar, actuar, pensar). No se puede entender el acto de pensar sin la finalidad de hacer, como tampoco hacer sin haber pensado estratégicamente el cometido, ni hacer sin reflexionar sobre él una vez cubierto.
Ya no es que el íntecro adecue momentos y acciones desde el pensar. El íntecro suspende la acción ante la amenaza perturbadora de un descontrol circunstancial (producido por razones cualesquiera), se sienta y asienta las ideas, repasa, revisa y rediseña su plan. Un plan estratégico que frente al proyecto inicial tiene la ventaja del contacto con la realidad objeto de la acción, aún realidad incompleta.
Esta suspensión para revisar y, en su caso, reconducir el proyecto es una retirada íntima. Ya sé que circula la idea supuestamente positiva de que no hay que ir hacia atrás ni para coger impulso. Como aforismo tiene su interés pero más allá de ello, cabe matizar un sinfín de situaciones en las que apegarse a él sería erigirse en camicace. Frente a esa mediocre actitud existe la retirada a tiempo, que según otro aforismo es una victoria. De modo que, lo uno por lo otro, bueno será que sepamos elegir la victoria sea retirándose o cogiendo impulso, que finalmente conduce a lo mismo.

Mientras preparo la siguiente entrada, en la que presentaré el reloj de pulsera, te dejo los principios que rigen tu reloj de arena:
Da contenido a cada momento
Planifica en profundidad
Secuencia las acciones priorizando
Algo pesimista está bien
Sé flexible
Incorpora un plan de contingencia
Diseña la estructura del portafolios

Para que el reloj funcione sin contratiempos te propongo algunas sugerencias:
     
Enfoca la planificación desde tus objetivos. La eficiencia te conduce a evaluar  tus acciones según el logro de esos objetivos.
     A igualdad de importancia, reúne las acciones afines.
     A igualdad de prioridad, planifica de lo más complejo a lo más simple.
     Incluye en la organización acciones de reflexión sobre lo que haces.
     Deja visible la programación permanentemente. No confíes en tu memoria.
     Haz una programación realista y factible. El tiempo no se expande, ni se        estira. Es el que es, y en él sólo cabe lo que realmente seas capaz de hacer.
     Ajusta el tiempo preciso, establecido claramente. La indefinición del plazo es  una dilatación perniciosa.
     Considera holguras para imprevistos. Si no surgen no las consumas,  aprovecha para revisar la acción.
     Contempla en la programación tus ritmos biológicos. Sitúa lo más arduo en  tus momentos más productivos.
     Revisa diariamente la programación, controlando el tiempo consumido y  comprobando el cumplimiento de lo establecido.
     Trata las interferencias con la máxima diligencia y dedícales el mínimo  tiempo.
     Delega las acciones intrascendentes.
     Enseña a tus colaboradores, si los tienes, el método con que te gestionas  en el tiempo.

Cuida tu maravilloso reloj de arena, que es tu proyecto, y ten presente que “tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto. No quedes atrapado en el dogma, que es vivir como otros piensan que deberías vivir. No dejes que los ruidos de las opiniones de los demás acallen tu propia voz interior. Y, lo que es más importante, ten el coraje para hacer lo que te dicen tu corazón y tu intuición". Lo dijo Steve Jobs.